*sighs and hicups*

Yo respiro, observo, miro y sonrío. Duermo, como, juego, leo, pienso y escribo. Hablo, callo, canto (mal pero canto) y soy como cualquiera. Hago lo que todos y me considero normal... hasta el momento de mis suspiros.

Suspiro.

No, no a la limeña. No con merengue, no. Suspiro.

Silencio en la sala, no pasa nada, y de pronto un SUSPIRO. Que más que suspiro suena a ahogo, se me fue el aire por un tiempo, me había olvidado de respirar, o simplemente tenía uno (o mil) suspiros atorados que salieron como si acabara de pasar el cuco "en mi delante". Claro que austo. Nunca faltan los "qué pasó?", sobre todo si no me conocen o no conocen mis suspiros (o sea que les voy advirtiendo). Suspiro sin motivos ni razones, aunque hay varias teorías: ansiedad, busco llamar la atención, un orgasmo atrasado... etc. Cual sea el motivo, el suspiro ya es parte de mí, y al que le jode, que se aguante.

Y mis hipos... otra historia. De hecho, es la historia que hizo que deje de tomar cerveza y gaseosas, pues me sucede con tal facilidad, que da verguenza. Me ha pasado en matrimonios, me ha pasado en cocteles, en reuniones familiares, en reuniones de trabajo... a mu le dio hipo. Genial. Que verguenza. Claro que pinto de borracha (sé que soy medio polla, pero esto de los hipos ya es el colmo y empiezan mucho antes de la embriaguez), y cuando empiezan no paran. Me he pasado ya varios cumpleaños con mi vasito de agua, aprendiendo a tomarlo de cabeza porque "así se te pasa..." MENTIRA. El hipo no me pasa, y lo peor es que me duele. Empieza el hipo, se acaba la fiesta. Preferiría hiperventilarme a punta de suspiros. Pero nuevamente advirtiendo, si me encuentran en hipos, mi agüita por favor. Que aunque no pase, ayuda.