La bendita manía de escribir (o una historia de mala memoria)

Antes de cumplir 8, mi madrina me pregunto "que quieres por tu cumpleaños?"
- Un diario, nada más.

Eso hizo, un diario rosado con tapa dura de Daisy fue todo lo que necesité ese día. No recuerdo nada más, y cuando leo esa primera página me río (en realidad, todo el diario en sí me da risa), pero esa primera página empieza con "Querido Diario" y sigue con "estoy feliz porque hoy me regalaron mi primer diario y ahora podré escribir todo lo que me pasa". Y así fue. Dedicándole mi vida a un cuaderno rosado, pidiéndole disculpas por no escribir en él ese día, pero "poniéndome al día" como si hubiera faltado al colegio.

A partir de ahí, nunca faltó un diario en mi vida. A los 12, pasé a la agenda de Garfield, que tuve hasta el 1998. Luego Pascualina, y luego la hoja en blanco. Finalmente, en el 2004 empecé a escribir en computadora (lo encontré más práctico y -bajo clave- más seguro) y undiario.doc tiene hoy 54 páginas con mis divagues más personales. Hoy tengo un blog por la misma razón, pero es el único que deja leerse. Ya no escribo en mi diario todos los días, pero procuro hacer un reporte de mi vida cada mes.

El resultado de todo esto es que ayer me preguntaron de qué se trataba una película que tanto decía yo que me gustaba.
- No sé, solo sé que me gustó. No me acuerdo.

A veces siento que mi vida es un conjunto de impresiones y emociones, recuerdo que sentí, pero no me acuerdo por qué. Sé que el libro era bueno, pero no me acuerdo de qué trataba. Mi memoria a largo plazo se aloja en hojas rosadas, perfumadas o con caricaturas de gatos y brujas. Dichosa yo que olvido que puedo decorar mis recuerdos .