Midnight Snack

Confieso que, como todos (o casi todos), sufro de ataques de ansiedad que me llevan irremediablemente a la refrigeradora o despensa de la cocina. Sin embargo, siempre me he caracterizado por ser -quizá muy- selecta en dichas inspecciones. No soy fácil de satisfacer.

Peco (o quizá me santifico) de ser exageradamente consciente. Al punto que una vez me enamoré del primer chico que -tras poner cara de antojo máximo- su pregunta retórica de "sabes qué me ha provocado?", fue inmediatamente contestada por él mismo con "una ensalada de frutas". (De áhí me dejo por calabazas, pero esa es otra historia).

Hoy, continuando el ciclo de amanecidas y en esta oportunidad en el estudio de mi casa, estratégicamente ubicado al lado de la cocina, mis antojitos de media noche se han visto satisfechos por:

9pm: deliciosa papaya picada, con gotitas de limón, retocadas con canela.
(hasta acá llegó mi dieta indicada por el doctor, lo que sigue... es el mejor ejemplo de un pecado capital)

10pm: nuevamente con hambre, abro la refri... inspecciono... empujo el pastel de acelgas a un lado, arrimo el plato de estofado... abro cajones... ajá. Tomo, pico, salto: salteado de pimientos rojos, amarillos y champiñones. Aceite de oliva más, pimienta al gusto.

11pm: un amigo me dice "verdad que no tienes tiempo ni para el té". Extraño comentario, pero me provocó una taza de anís.

12pm: Muerta de hambre nuevamente... esta vez cogí pamitos. Pero quedaban dos. Y dos es como uno. Y uno no es ninguno. Lo completé con apio picado, limón y pimienta.

Dijo Dios: hagamos verduras, y vio que era bueno.