No hay problema pequeño. Lo que hay son personas pequeñas con problemas imensos.

Cuando tenía 3 años, tenía problemas. Quién no? No tener teléfono y tener que gritar por la ventana para que mi vecina venga a mi casa era un verdadero problema. Que mi barbie no tuviera ropa para toda ocasión era a los 4 el mayor de mis problemas. Que me castiguen sin ir a la casa de mis abuelos, a los 5 años era el fin del mundo. Que a los seis, sea la más chiquita de mi promoción me resultaba un trauma insuperable. Y que a los 7 años, esté en mi clase, Claudia, la más alta de toda la promoción hacía que mi problema del año pasado pase a ser de mi propio tamaño.

A los 10 casi me suicido luego que mi primo leyera mi diario, a los 11, me hacía rollos infinitos sobre qué ponerme para ir a una fiesta del Santa María, y a los 12 me hacía un lío inmenso cuando no me sacaban a bailar. A los 13, no entendía porque susodicho no me daba bola, y a los 14 me convertía en calabaza a la media noche.

A los 15 me sentía una jamás besada, y a los 16 me sobraba un beso. A los 17 tenía que encontrar la forma de terminar con mi primer enamorado y a los 18 me paseaba por Lima entera para encontrar los pedazos de mi corazón destrozado. A los 19 conocí el estrés de estudiar y trabajar, y a los 20 me sentí realmente misia, hasta que le pedí a mi padre propina. A los 21 despertaba con los ojos hinchados por obligarme a abandonar mi vocación, para que a los 22 años la vuelva a retomar, para nuevamente repensar si realmente es lo que quiero...

Y como que todo es relativo, no?