Esos rollitos tan (poco) importantes

He de confesarme hoy día como mentalmente gorda. Y el término no es tan desconocido, y es a primera lectura simple de entender: tengo más rollos en el cerebro que los que realmente tengo, por consecuencia, vomito por la ventana cada vez que en el cruce de velasco astete y primavera veo al mismo ambulante de siempre vendiendo "piense y coma como flaco" del Dr. Pum. No hay forma.

Estoy enferma (genial, ahora todos lo saben), pero no de verdad. Mi enfermedad es tan sutil que no es reconocida en los libros de desórdenes alimenticios, por el contrario, lo llaman "ser mujer".

Mi teoría es que estoy tan en el limbo entre el gorda y flaca (o sea, soy rellenita) que no me guío de la balanza, sino de ciertos "rollos", como indicadores que el ejercicio no es suficiente y la comida no es la adecuada. A qué me refiero:
- Guillermu la conoce bien: la Sra. Papada. Esta mujer me hizo la vida imposible hace 3 años, pero ya la estamos mejorando, ahora solo está ahí (ha decidido no mudarse aún).
- Mi ombligo que yo creía tan perfecto empieza a convertirse, ya no en un hoyito, sino una rayita.
- Mis brazos son el juguete favorito de cualquier percusionista.
- Me miro la espalda en el espejo y mis costados hacen no 1, ni 2, sino 3 -por ahora- pequeños rollitos.
- Mis chachetes. Sé que llegué a un mal momento cuando sonrío y mis cachetes tapan mis ojos. "mu! estás china!"... ja ... ja... sí...

Y nada, esos son -sin ningún orden en particular- mis rollos no mentales que terminan engordando mi cerebro y cualquier conversación inteligente que trate de tener. Pues no importa si el mundo de mi mejor amigo se está cayendo, si mi cerebro se llenara de grasa quizá sería capaz de decir "sí, y mírame a mí, he engordado". Y pe mu... (eres una vaca).