Englobada

hace varios añotes en esos tiempos en donde el tiempo pasaba más lento y todo me quedaba más grande, yo me compré un bubble tape.

Se acuerdan?

Era un chicle largote, que venía enrollado en una caja plástica y daba la impresión de ser una cinta scotch pero con sabor a fresa.

Se acordaron?

No importa.

El punto es que traté de retar el tamaño de mi boca y meterme todo el chicle en un solo tirón. Y claro que lo logré, en algún espacio debían entrar esos dientes enormes (dientes que también me quedaban grandes) por lo que este chicle podía pasar normalazo. Entonces mastiqué. Dificultosamente mastiqué. Una vez lograda la masa perfecta, en la textura precisa y con el índice salivoso exacto, empecé... a soplar.

Y sople. Y soplé. Y soplé

Fue tan grande el globo, y tal el descontrol que, en lugar de reventarse, de pronto me vi dentro de este globo rosado, con olor indiscutible a bubble tape (pues como ese, nunca más) y empecé a flotar.

Saben? El globo nunca reventó, y mi mundo se redujo a una bola de chicle rosado con sabor a fresa y algo pegajoso. Si el sabor se va, meto otro, chupo un caramelo o tomo un vaso de chicha. A veces no tengo tiempo , y dejo que el sabor se vaya, el chicle va poniéndose blanco y provoca mandar el mundo a la mierda, pero luego encuentro un vaso de chicha para devolverle el color y todo vuelvo a la normalidad...

..."normalidad".

Creo que ya me aburrí de masticar chicle.
Quiero un mundo real.