A lavarse bien detrás de las orejas y entre los dedos de los pies

Como buena hija de papá y mamá que soy, siempre viví en casa de mis papis. Me iba al colegio, a la universidad y luego al trabajo, dejando la cama destendida, los platos en la mesa y el papel higiénico bien puesto en el tacho para encontrar al final del día, mi cama tendida, los platos limpios en las repisas y el tacho del baño totalmente vacío. Siempre muy agradecida por lo que se me dio, pero contenta de no tener que hacerlo yo.

Verdad que es bien bonito? PUES SÍ!

Pero se me ocurrió venirme a Holanda,  y hoy con la casa nueva somos novio y yo los que ensucian y limpian, destienden y tienden, llenan y vacían el tacho de basura (y los que sacan la basura todos los miércoles en la mañana y llevan las botellas al tacho de vidrios y los cartones al tacho de papeles – que viva el reciclaje). Y mañana… MAÑANA! Llegan mis papis a visitarme.

Verdad que es bien bonito? CLARO QUE SÍ!

Pero confieso que tengo esta ansiedad de querer sorprenderlos. Mostrarles que en los 25.5 años que viví con ellos, aprendí a tener la casa limpia. Es mi manera de decir gracias.  Ya Novio se la pasó el sábado armando estantes y mesas para terminar de vaciar cajas (sí, aún tenemos cajas de la mudanza) y hoy la misión es botar todas esas cajas en el tacho de papeles y las botellas en el tacho de vidrios, luego de aspirar, limpiar, pulir y ordernar. Otra sorpresa que quería darle a mi mami era mi talento adquirido de sembrar flores, pero estas murieron durante nuestras últimas vacaciones. Malditas. Pero las de mi jardín florecieron (esas que no planté yo, pero la madre naturaleza… o el antiguo dueño).

Así es. Redoble de tambores que llegó la hora de la verdad (o bueno, exactamente mañana en la tarde). Mis papis van a conocer nuestra casa.

En verdad, qué bonito.